y la guerra al terrorismo marxista (I)
POR FERNANDO
ROMERO MORENO
La Prensa,
16.04.2023
Hace unos días
salieron a la venta los dos primeros tomos del libro La verdad los hará libres,
dirigida por la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina
(UCA), a pedido de la Conferencia Episcopal de nuestro país (CEA).
Este trabajo de
investigación es el primero que se publica habiendo utilizado al mismo tiempo
el Archivo de la Conferencia Episcopal Argentina y el Archivo corriente de la
Santa Sede, incluida la Secretaría de Estado, el Consejo para los Asuntos
Públicos de la Iglesia y la Nunciatura en la Argentina. El tomo I se titula “La
Iglesia Católica y la espiral de violencia de la Argentina entre 1966 y 1983”
[1].
Aquí se
responsabiliza de modo principal al Nacionalismo Católico y al “integrismo” por
la violencia de los años ´70, al haber inspirado supuestamente la metodología
de la represión ilegal, relativizando en cambio la gravedad que supusieron la
teología progresista y el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM)
en relación a la subversión castro-comunista, como la opción por las armas que
inculcaron en gran cantidad de jóvenes argentinos, llevándolos a la muerte.
Como explica Jorge
Martínez en un reciente artículo publicado en el diario La Prensa, los autores
ubican en la corriente “integrista” a “la Ciudad Católica de Jean Ousset y la
revista Verbo, a los padres Julio Meinvielle, Alberto Ezcurra y Alfredo Sáenz,
a los libros La Iglesia Clandestina de Carlos Sacheri y Fuerzas Armadas: ética
y represión de Marcial Castro Castillo (pseudónimo de Edmundo Gelonch
Villarino), al Seminario de Paraná, a la revista Mikael, al Vicariato
castrense, a los capellanes militares y muy especialmente a los obispos Adolfo
Tortolo y Victorio Bonamín” [2].
La realidad, por
cierto, es muy distinta, toda vez que el Nacionalismo Católico, además de haber
hecho una seria crítica teológica, filosófica, política, jurídica, cultural,
económica y financiera del terrorismo marxista, no dudó en señalar también bajo
qué condiciones morales era lícito combatirlo, teniendo en cuenta que había que
aplicar los principios universales del derecho natural y cristiano acerca de la
guerra justa a una “guerra revolucionaria” (muy diferente de la guerra clásica
o convencional).
En esta última el
enemigo se ubica al margen de las leyes internacionales sobre conflictos
armados, no usa uniforme, considera que el fin justifica los medios y se
mimetiza con la sociedad civil, formando parte de una compleja estructura
clandestina (de tipo celular, piramidal y tabicada). Como veremos, estudiar
estas condiciones fue tarea que realizaron los referentes más importantes del
Nacionalismo Católico, a diferencia de otras corrientes políticas que actuaron
según criterios, al menos de hecho, utilitaristas, superficiales o simplemente
cómplices.
Va de suyo que
este análisis parte de la premisa de que la Argentina vivió una Guerra Civil de
naturaleza revolucionaria, sobre todo entre 1969 y 1979, guerra provocada por
organizaciones armadas marxistas-leninistas, fueran o no partidarias de
utilizar al Movimiento Nacional Justicialista como “puente” hacia la “Patria
Socialista”. Guerra que el Nacionalismo Católico estudió en sus orígenes, en su
naturaleza, en su “modus operandi”, en su financiamiento, en sus cómplices y en
sus consecuencias.
Recordemos, para
contextualizar lo que estamos afirmando, que las organizaciones terroristas que
operaron en la Argentina dependían directamente del Departamento América del Partido
Comunista Cubano, con el apoyo de la URSS en su primera etapa. Y que, respecto
de Montoneros, la Triple A y algunos sectores del autodenominado “Proceso de
Reorganización Nacional” existió una cierta convergencia en torno a la logia
masónica Propaganda Due, también responsable de esta guerra [3].
PRINCIPIO GENERAL
Veamos ante todo
un principio general, tomado precisamente del tradicionalista francés Jean
Ousset, fundador de la Ciudad Católica, iniciativa adaptada a nuestra realidad
por los referentes de la revista Verbo y por el Instituto de Promoción Social
Argentina (IPSA), fundado por Carlos A. Sacheri. Escribió Ousset en su Para que
Él reine: “Louis Veulliot [católico francés, tradicionalista y monárquico] supo
protestar contra los fusilamientos precipitados [en tiempos de la Commune] y no
temió reprochar a los burgueses liberales su excesiva dureza en la revancha”. Y
afirmaba: “La justicia prohíbe las ejecuciones secretas... ¡Que el pueblo vea
cómo se castiga al criminal, que el mismo criminal se sienta castigado!
Entonces puede ser tocado por el arrepentimiento y rescatarle para la eternidad
(…) Y que no se vaya más allá de lo necesario. La conciencia pública pedirá
cuenta de un solo tiro de fusil que la justicia o el derecho a la legítima
defensa no hayan ordenado (...)‘La fraternidad o la muerte’ es y sigue siendo
una máxima revolucionaria” [4], no una enseñanza católica.
CARLOS SACHERI
No es extraño
entonces que, en la misma línea, Carlos A. Sacheri, anticomunista hecho y
derecho, además de mártir en la Guerra contra la subversión, repudiara la
metodología criminal de combatir al terrorismo, como la que empleaban algunas
organizaciones del denominado peronismo ortodoxo: “Yo recuerdo –decía Fernando
de Estrada– que, cuando mataron a Silvio Frondizi, estábamos en una reunión con
Sacheri y otras personas, algunas más bien de orientación liberal, que
insinuaron aprobar el procedimiento, y recuerdo que Carlos se opuso cortándolos
inmediatamente. Dijo que estaba mal. Que así no” [5].
Un repudio similar
fue publicado en la revista Cabildo en su número 14 de junio de 1974 ante el
asesinato del padre Carlos Mugica: “Todos los argentinos bien nacidos debemos
lamentarnos de ésta y de tantas otras inútiles muertes producidas por razones
ideológicas o por motivos dialécticos y que parecen haber introducido un nuevo
estilo en nuestras prácticas políticas, estilo que vendría a echar por tierra
la creencia de que vivimos en una Argentina civilizada” [6].
De modo similar se
expidió esta revista ante el asesinato del diputado Ortega Peña, de conocida
militancia en el peronismo de izquierda: “En el camino pues de la guerra que
están organizando para que la padezca todo el país, las facciones malavenidas
del peronismo, fue ametrallado el diputado Ortega Peña en el filo de la
medianoche del miércoles 31 y a cuadra y media de una seccional de policía
capitalina. Este nuevo crimen que provocó la muerte instantánea de su víctima,
conmovió también a la ciudad. Era la primera vez que caía –destinatario ahora
de sus propias reglas de juego– una figura principal de la guerrilla ideológica
de izquierda. (…) Este desenfreno criminal obedece” a leyes “cruelmente
sofisticadas” [7].
La aparición de
bandas paramilitares que respondían al terrorismo marxista con idéntica
metodología, había sido advertida y juzgada severamente por otro importante
pensador y mártir del Nacionalismo Católico, el Prof. Jordán B. Genta.
En tiempos de
Lanusse, cuando ya la guerrilla hacía notar su presencia con asesinatos,
secuestros, robos, etc., estando en la provincia de Tucumán, alguien le
preguntó: “—¿No piensa Usted, profesor, que debemos organizarnos y armarnos, y
atacar a los guerrilleros de la misma manera en que ellos nos atacan,
eliminándolos ocultamente para evitar el reproche internacional y la represalia
guerrillera de hoy y de mañana?”. La respuesta de Genta fue clara y
contundente: “No —dijo— esa manera de actuar es inadmisible. En primer lugar y
ante todo, el cristiano debe estar dispuesto a morir, no a matar; dispuesto a
morir por la fe, por la patria, por la familia, por el prójimo. Debe estar
dispuesto a derramar, como Nuestro Señor Jesucristo, la propia sangre, y no la
sangre ajena. En segundo lugar, y si tiene que defenderse y combatir, el
cristiano debe hacerlo en la luz y a cara descubierta, y no desde la sombra y
con el rostro encapuchado. Además, los que tienen que desplegar la lucha armada
son los integrantes de las Fuerzas Armadas de la Nación, quienes deben apresar
abiertamente a los guerrilleros, deben juzgarlos públicamente según las leyes
de la guerra, deben condenarlos públicamente y, si fuese posible, deben también
ejecutarlos públicamente. Actuar clandestinamente es de una ruindad, una vileza
y una cobardía impropias de un soldado, de un estadista y de cualquier
cristiano; es algo que no se puede hacer si se es discípulo de Cristo. Y en
tercer y último lugar, la guerra sucia a los guerrilleros se la van a perdonar
y los van a convertir en héroes, a ustedes no. Ustedes, en rigor, no serán
perdonados, y serán, en cambio, castigados como criminales” [8]. Una respuesta
profética.
La revista Cabildo
no se privó tampoco de repudiar la persona y las acciones de López Rega,
instigador principal de la “represión ilegal peronista” con la tapa de su
número 22 en la que, junto a la foto del “Rasputín” justicialista, se estampó
la frase “José López Rega: El Estado soy yo” [9], lo que le valió a Cabildo la
clausura por parte del gobierno “democrático, nacional y popular” de Isabel
Perón.
DOS ESTUDIOS
Mención aparte
merecen dos estudios específicos acerca de cómo aplicar las enseñanzas clásicas
de la Iglesia Católica sobre la guerra justa, a la guerra revolucionaria. Los
franceses que combatieron contra el comunismo en Argelia hicieron el estudio
detallado de esta modalidad y sus diferencias con la guerra convencional,
originando la “Doctrina de Guerra Revolucionaria” (DGR) a través de referentes
como Lacheroy, Trinquier, Aussaresses, Chateau-Jobert y Bigeard. Sus análisis
fueron importantes para entender con qué clase de enemigo se estaba combatiendo,
pero no siempre ni en todos los casos sus consejos fueron acordes con la moral
cristiana.
Ese estudio, en
consecuencia, debieron hacerlo en la Argentina el padre Alberto Ezcurra
Uriburu, a pedido de Mons. Tortolo y el Prof. Edmundo Gelonch Villarino,
discípulo de Genta, ante las consultas de militares decididos a dar guerra sin
cuartel a la subversión marxista pero preocupados por ciertas prácticas que
estimaban contrarias a la ley natural y divina.
El padre Ezcurra
escribió entre fines de 1974 y principios de 1975 un opúsculo titulado De Bello
Gerendo. Muchos años después, en el año 2007, fue publicado como libro bajo el
título Moral cristiana y guerra antisubversiva- Enseñanzas de un capellán
castrense [10]. El opúsculo está dividido en tres capítulos y un Apéndice: I.
Principios generales (Legítima defensa, pena de muerte y guerra justa); II. La
Guerra revolucionaria; III. Aspectos morales (Licitud de la Guerra
revolucionaria, Respecto de los medios, Insuficiencia de la legislación
represiva y Advertencias a los hombres de Iglesia).
El enfoque general
respecto de la metodología contrarrevolucionaria puede advertirse en la
siguiente cita que Ezcurra tomó de San Ambrosio: “Aún entre enemigos existen
derechos y convenciones que deben ser respetados”, y los asuntos más complejos
a los que da respuesta (siguiendo a importantes exponentes del derecho natural
como del derecho internacional público) son la aplicación o no de las leyes
internacionales de derecho positivo a quienes no se sujetan a ellas, la licitud
de dar muerte en combate a los guerrilleros, la licitud o no de hacerlo en caso
de rendición, la licitud o no de eliminar físicamente a los jefes y
responsables (teóricos o militares) de la guerrilla, la licitud o no de las
represalias, entre muchas otras. Y deja bien claro que nunca puede ser lícita
la ejecución de los rendidos, salvo casos excepcionales y jamás sin juicio
sumarísimo.
Como comentaba el
Dr. Héctor H. Hernández, biógrafo de Sacheri, al analizar este opúsculo: “Ni se
le pudo ocurrir al P. Ezcurra entonces que las Fuerzas Armadas adoptaran (...),
como lo hicieron (cuando lo hicieron, lo digo así porque la leyenda oficial
miente mucho), el procedimiento criminal de los ‘desaparecidos’ ni ninguna cosa
semejante” [11]. Muy por el contrario, nos consta que el mismo Ezcurra debió
interceder, aunque sin éxito, ante la desaparición de un conocido suyo, que fue
secuestrado por error y asesinado.
GELONCH VILLARINO
En cuanto al libro
de Gelonch Villarino (que apareció bajo el pseudónimo de Marcial Castro
Castillo), fue escrito antes del 24 de marzo de 1976 y circuló (sin ser
publicado) entre miembros de las Fuerzas Armadas, en especial de la Fuerza
Aérea Argentina, cuyos oficiales de filiación nacionalista y católica se
encargaron de difundir. Recién en 1979 salió a la venta, con algunos pasajes
nuevos fruto de consultas de militares en actividad por problemas de
conciencia.
Este libro fue
elogiado con ocasión de su publicación por las revistas Mikael [12] del
Seminario de Paraná y también por la Revista Cabildo [13]. El libro,
fundamentado principalmente en las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino,
Francisco de Vitoria y el Magisterio de la Iglesia, se explaya en
consideraciones muy atinadas sobre los requisitos de la guerra justa, su aplicación
a la guerra revolucionaria y temas específicos como la pena de muerte, los
bienes del enemigo, la verdad y la mentira, el trato de los inocentes (niños,
mujeres, ancianos, etc.) o la tortura como método de interrogación.
Respecto de esto
último, Gelonch Villarino la descarta como inmoral respecto de inocentes y
sospechosos, y sólo probablemente lícita en relación a los culpables en casos
muy excepcionales (no de modo habitual), cuando esté gravísimamente afectado el
bien común y no quede otro medio, según el juicio prudencial “ad casum” de la
autoridad competente. Con todo, no deja de recordar, a contrario sensu de su
opinión (dicha con enorme precaución), que los papas Nicolás I como Pío XII y
moralistas ortodoxos, la consideraron en todos los casos como intrínsecamente
mala.
Como puede
advertirse, un juicio moral que nada tiene que ver con el uso de la tortura tal
como se generalizó a partir de la ruptura de Perón con los Montoneros (1973),
la acción criminal de López Rega y sus esbirros (1973-1975), el gobierno de
María Estela Martínez de Perón (1974-1976) y, luego del 24 de marzo de 1976, el
Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983). Una de las tantas coincidencias
entre el estudio de Ezcurra y el de Gelonch Villarino es el de la insuficiencia
de la legislación positiva vigente entonces y la necesidad de adaptarla al tipo
de guerra que se estaba librando. Lamentablemente poco y nada se hizo al
respecto.
También la revista
Verbo se ocupó de enseñar los fines y los medios moralmente lícitos de combatir
a la subversión, como sucedió con la publicación en tres entregas, a lo largo
del año 1975, de un artículo titulado “Moral, derecho y guerra revolucionaria”,
centrado principalmente en los fines de la pena respecto a los delitos del
terrorismo marxista, pero desde las características peculiares de la Guerra
Revolucionaria. La argumentación era similar a la que luego esgrimiera Gelonch
Villarino, con algunas diferencias de matiz [14]. Y las condiciones como los
matices indicados, nada tuvieron que ver con la metodología criminal adoptada o
al menos tolerada sucesivamente por los gobiernos de Juan D. Perón, María
Estela Martínez de Perón y el último gobierno cívico- militar.
Notas
[1] Galli, Carlos;
Durán, Juan; Liberti, Luis; Tavelli, Federico, La verdad los hará libres. La
Iglesia Católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo I,
Editorial Planeta, 2023.
[2] Martínez,
Jorge, La Iglesia y el drama de los 70 (I), La Prensa, 26/03/2023.
[3] Manfroni,
Carlos, Montoneros: Soldados de Massera. La verdad sobre la contraofensiva
montonera y la logia que diseñó los 70, Editorial Sudamericana, Buenos Aires,
2012; Manfroni, Carlos, Propaganda Due. Historia documentada de la logia
masónica que operó en la Argentina sobre políticos, empresarios, guerrilleros y
militares, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2016.
[4] Ousset, Jean,
Para que Él reine, 3a edición, Dómine Editorial, Buenos Aires, 2011, págs. 417
y 419.
[5] Hernández,
Héctor H., Sacheri. Predicar y morir por la Argentina, Vórtice Editorial,
Buenos Aires, 2007, pág. 339.
[6] Carlos Mugica,
Revista Cabildo, N.º 14, Junio de 1974, pág. 24.
[7] Crónica de
Guerra, Revista Cabildo, N.º 16, Agosto de 1974, págs. 5-6.
[8] Juárez Avila,
Pablo, Genta; una lección profética, Revista Cabildo, mayo 2004, 3ª época, n°
36.
[9] Revista
Cabildo, Nº 22, Febrero de 1975.
[10] Ezcurra,
Alberto I., Moral cristiana y Guerra antisubversiva. Enseñanzas de un capellán
castrense, Editorial Santiago Apóstol, CABA, 2007.
[11] Hernández, Héctor
H., op. cit., pág. 353.
[12] Mikael,
Revista del Seminario de Paraná, Año 8, N.º 24, Tercer cuatrimestre de 1984,
págs. 171-172.
[13] Revista
Cabildo, 2a Época, N.º 39, 1981.
[14] Revista
Verbo, N.º 159, Diciembre de 1975.
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